Vistas de página en total

viernes, 11 de febrero de 2011

Capítulo : Recuerdos (Parte I)

¡¡Hola de nuevo queridos lector@s!! Como dije ayer, aquí tenéis la primera parte del segundo capítulo de "Y entonces llegaste tú". En este capítulo hay más acción que en el primero, el cual es tranquilo y un pelín soso. Pero tenéis que comprender que era más bien un capitulo de presentación, para que conozcáis un poco a los personajes. Espero que os guste la primera parte del capítulo 2 y que disfrutéis leyendo!! ^^
Y sobretodo, comentad por favor! Muchas gracias =D
___________________
Capítulo 2 - Recuerdos.
La jovencita Inés se encontraba en la mesa, cenando, junto a su madre, su padre y sus dos hermanitos. Inés llevaba unos diez minutos mirando fijamente su plato con cara de asco. Odiaba las judías verdes con patatas. No las podía ni ver, ni oler, ni comer, aunque su madre le obligaba a hacerlo siempre.
- Inés, haz el favor de comer de una vez. No te lo vuelvo a repetir - le obligó su madre mientras le llenaba el vaso de vino a su marido.
- Es que no puedo más… I no me gusta nada, está pastoso y tiene muy mal gusto - se defendió Inés aplastando una patata con su tenedor.
- Si dejases de marranear la comida… Venga va, que no has comido nada. Come aunque sea este trocito de aquí… - le animó su madre mientras seleccionaba una parte de la comida del plato de su hija para que se lo comiese.
Inés sopló fuertemente en modo de queja, removió un poco su comida con el tenedor, pinchó una judía, la olfateo, y finalmente dejó caer su tenedor en el plato. Después, se cruzó de brazos dispuesta a dar por finalizada su cena.
- ¡Inés! ¡Madre mía, que pareces que seas más pequeña que tus hermanos, que tienen seis años! Haz el favor de comer un poco - le volvió a repetir su madre perdiendo un poco los nervios.
- Tampoco soy tan mayor… Tan solo tengo doce años, déjame acabar de disfrutar de mi infancia al menos… - se quejó Inés.
- ¿Y te parecen pocos doce años? Yo con tu edad limpiaba la casa enterita, fregaba los platos, barría el suelo, intentaba ayudar a mi madre en la cocina, ordeñaba a las cabras, daba de comer a las gallinas, limpiaba el corral… - empezó a decir su madre.
- Que sí, que sí, que me da igual. Esa era tu vida. Esos eran tus tiempos. Ahora las cosas han cambiada mamá. Actualízate ¿no? - le contestó Inés muy descaradamente.
- ¿Se puede saber que tono de voz es ese señorita? A mí no me hables jamás de esa forma, te lo advierto Inés - se mosqueó su madre al ver que su hija se comportaba sin educación alguna.
- Pues es tu culpa. Tú me has educado - le dijo Inés sonriendo pensando que había ganado la batalla con esa frase.
- Esto no te lo permito. Vete a tu habitación ahora mismo, no quiero verte más - le dijo su madre muy disgustada con el comentario de su hija.
Inés se dio cuenta de que se había pasado de la raya, y mucho. Se sentía fatal por lo que le había dicho a su madre, y tan solo quería volver atrás en el tiempo, comerse las judías verdes con patatas y evitar aquella tonta discusión. Intentaba buscar las palabras exactas para disculparse, pero no sabía bien bien lo que tenía que decir. Cuando iba a decir algo, miró a su padre, que le hacía señas de que se fuese a su habitación, ya que su madre estaba muy triste por lo que acababa de ocurrir.
Inés comprendió que debía dejar pasar el tiempo para disculparse, así que cogió su plato, lo dejó al lado del fregadero, y en silencio salió de la cocina. Al cerrar la puerta de la cocina, la puerta de la calle se abrió de golpe. Era su hermana Sonia. Sonia cerró la puerta de un portazo y subió corriendo a su habitación ignorando a su hermana Inés, que estaba justo delante de ella.
Aunque Sonia intentaba ocultar su rostro, Inés se percató de que su hermana mayor estaba llorando. Ella no tenía mucha experiencia en esto de consolar a la gente, pero sabía que debía intentar consolar a Sonia. Quizás si le explicaba que ella tampoco había tenido un día muy bueno por la discusión con su madre, Sonia vería que Inés la entendía. Pero Inés no se imaginaba la causa de la gran tristeza de su hermana. Lo único que le vino a la cabeza fue que quizás se había peleado con sus amigas, o, lo más seguro, con su novio Raúl. Aunque ese hecho le extrañaba un poco, ya que durante todo el año que llevaban saliendo juntos, siempre se habían llevado la mar de bien; jamás se habían peleado seriamente.
Dicho y hecho, Inés picó la puerta de la habitación de su hermana y la abrió un poquito sin haber obtenido respuesta alguna. Al asomar la cabeza, Inés observó que Sonia estaba estirada en su cama, apoyando su rostro contra un cojín fuertemente, evitando que se escuchasen sus llantos. Inés se decidió a decir algo.
- Oye, ¿estás bien? Bueno, ya veo que no… ¿Qué te ocurre? - le preguntó Inés mientras abría más la puerta dispuesta a entrar.
- ¡¿Y a ti que importa?!¡Vete! - le gritó su hermana sin mostrar su rostro en ningún momento.
- Pues me importa, y mucho, porque soy tu hermana, y no me voy a ir hasta que me cuentes que te ocurre - le contestó Inés sin intenciones de irse.
- ¡¡¡He dicho que te marches!!! ¡¡¡Esfúmate incordio!!! - le gritó su hermana lanzándole un cojín que tenía a su lado.
Inés entendió que era mejor dejarla sola, tranquila. Cuando dejase de llorar sería una persona más razonable y podrían hablar de lo ocurrido. La pobre se encerró en su habitación muy preocupada por Sonia. Se metió en su cama, y media hora después, oyó como su padre ordenaba a Bruno y a Carlos que se fuesen a dormir. Mientras, su madre entró en la habitación de Sonia dispuesta a hablar con ella. Su madre ya había oído que su hija mayor estaba llorando, pero había preferido esperar un rato a ver si se tranquilizaba.
Como había hecho con Inés, Sonia hecho de su habitación a su madre, y lo mismo con su padre, quien también intentó dialogar con ella.
Finalmente, todos se fueron a dormir. El reloj de pared que había en la habitación de Inés, marcaban las 3:12 h cuando ésta se levantó con ganas de ir al baño. Iba tan dormida que no se dio cuenta de que la luz del cuarto de baño estaba encendida y de que había alguien dentro. Inés abrió la puerta, la cual estaba entornada, y presenció una terrible escena. Su hermana mayor, Sonia, estaba en el cuarto de baño, de pie frente al espejo, mirándose mientras se tocaba con miedo su terrible ojo morado.
Inés no podía creer lo que estaban viendo sus ojos. ¿Cómo se había hecho aquello Sonia? Su hermana era patosa, pero era muy difícil que se hubiese hecho eso ella sola. Inés no sabía que pensar. Le daba vueltas la cabeza.  
Al darse cuenta de que su hermana menor la estaba observando, Sonia se llevó un susto de muerte.
- ¿Qué haces aquí? ¡Vete a la cama! - le ordenó Sonia girándole la cara y fingiendo que ponía bien una toalla, en un intento desesperado de ocultar su ojo.
- ¿Cómo te has hecho eso? - le preguntó Inés seriamente. 
- Déjame en paz niñata. Tan solo me he chocado con una farola. ¡Vete a la cama! - le volvió a ordenar Sonia improvisando su respuesta.
Sonia empujó a Inés hacia fuera y cerró la puerta con pestillo. La pobre Inés estaba muy confusa. Su hermana nunca se había comportado de esa manera con ella. Jamás le había tratado con tanta brusquedad. No entendía nada. Acabó pensando que al igual tenía razón y se había chocado con una farola, así que no le dio más importancia y después de ir al otro baño, volvió a su habitación a dormir.
Pasados unos días, el ojo de Sonia ya estaba casi curado, y ya ningún miembro de la familia le daba importancia al asunto. Inés, por su parte, ya se había arreglado con su madre, y volvía a ser tan despreocupada como antes.
La tarde de un sábado soleado, una cosa similar a la ocurrida hace unos días, volvió a suceder. Esta vez, Sonia volvió a casa sin alteraciones. Intentaba mostrarse alegre delante de los demás, pero Inés se dio cuenta de que estaba fingiendo. Algo le ocurría a Sonia y quería descubrirlo. Por precaución, Inés no le preguntó nada a su hermana. Fue antes de cenar cuando descubrió una parte de lo que había sucedido. Mientras su padre preparaba la cena, Sonia se estaba duchando. Al terminar de ducharse, se dio cuenta de que se había olvidado las zapatillas en su habitación, así que no tuvo más remedio que ponerse una toalla y pedir a alguien que se las trajesen, ya que no quería mojar el pasillo. Justo en ese momento pasaba Inés, y Sonia aprovechó.
- Inés, ¿puedes traerme mis zapatillas por favor? - le pidió Sonia amablemente.
- Claro. ¿Están en tu habitación verdad? - le preguntó Inés sonriendo. Pero su sonrisa se le borró inmediatamente de la cara en cuanto observó la pierna de su hermana. Justo al lado del muslo tenía un gran morado.
- Sí. ¿Qué te ocurre? - le preguntó a Inés al ver que había palidecido.
- ¿Y ese morado? - le preguntó señalándolo con la cabeza y la mirada.
- Ah, esto, es que me he caído en las escaleras mecánicas del centro comercial - dijo Sonia desviando la mirada hacia el suelo e intentando esbozar una pequeña sonrisa.
- Últimamente estás más patosa de lo normal ¿no es cierto? - le preguntó Inés sin creerle ni una sola palabra su hermana mayor.
- Bueno, ¿vas a estar criticándome más tiempo o me vas a traer las zapatillas? - le preguntó Sonia intentando cambiar de tema rápidamente.
- Voy, voy. Tranquila - le contestó Inés mientras se dirigía a la habitación de Sonia.
A Inés todo aquello le empezaba a parecer un poco sospechoso, así que se lo comentó a sus padres. Sus padres también estuvieron de acuerdo en que todo aquello era muy extraño, pero no se atrevían a preguntarle nada a Sonia. Estaba en una difícil edad, diecisiete años, y no sabían cómo debían tratarla. Por eso, dejaron el tema un poco de lado, pero acordaron que vigilarían más a Sonia.
Al domingo siguiente, los padres de Sonia y los padres de Raúl, su novio, quedaron para comer juntos. Se habían hecho muy amigos y se llevaban de maravilla. Raúl, aprovechando que estarían solos, invitó a Sonia a su casa para pasar la tarde juntos viendo una película de ciencia ficción que se había comprado y comiendo palomitas. Los gemelos fueron a una fiesta de cumpleaños de un compañero de clase, y la joven Inés se quedó sola en su casa. En teoría, Sonia tenía que quedarse en casa para cuidar de Inés, pero le había pedido a su hermana pequeña que la dejase ir a casa de Raúl, y que les dijese a su madre y a su padre que se había pasado toda la tarde con ella. Como Sonia le prometió que le compraría un libro que a ella le encantaba, acabó por ayudar a su hermana mayor.
Una vez que todo el mundo se fue, y se quedó sola en casa, Inés puso el televisor, pero lo apagó al ver que no estaban dando nada interesante. Así que fue a la habitación de su hermana y encendió el ordenador, ya que en toda la casa solo tenían ese. Mientras se encendía el viejo ordenador, que tardaba mucho rato en encenderse, se puso a cotillear un poco la habitación de su hermana. Deseaba no volverse como ella cuando tuviese diecisiete años. De verdad que lo deseaba.
- Revistas de moda, pintauñas, brillo de labios, rímel, pendientes, pulseras, anillos, collares, pósters de famosos por toda la pared, corazoncitos dibujados por todas partes… ¡qué asco! ¡Si hasta tiene un diario secreto! - pensó Inés en voz alta.
Inés cogió el diario y observó su decoración. Era de color rosa con un montón de corazones rojos. En la portada, había un gran corazón rojo de terciopelo. Para Inés aquello era una gran chorrada y pérdida de tiempo. La joven observó que de dentro del diario, sobresalía una hoja. Se podía leer que al principio de la hoja ponía: “diario provisional”. Inés dedujo que quizás se le habían terminado las hojas del diario y había escrito su vida en una hoja aparte mientras no tenía diario. La fecha en que había escrito aquello, por lo que leyó Inés, era la misma que el día en que le vio el morado en el muslo a su hermana. Inés tenía un dilema moral. No sabía si leer la hoja o no. Por una parte, no le gustaba ser cotilla. Sería muy rastrero leer el diario de su hermana. Pero por otra parte, quería saber qué es lo que le ocurrió a Sonia. Finalmente, Inés sacó la hoja para leerla. Básicamente se decidió a leerla porque sabía que aquello no lo hacía para cotillear la vida privada de Sonia, sino para descubrir como se había hecho aquel morado y ayudarla si fuese necesario. Inés desplegó la hoja y empezó a leerla.

Diario provisional
Sábado, 7 de mayo de 2005
Querido diario,
Cada día estoy peor. Estoy hecha un lío. No sé qué hacer. El otro día, cuando Raúl me dio aquel puñetazo, sus disculpas me hicieron creer que jamás lo volvería a hacer, pero hoy lo ha vuelto a hacer; me ha dado una fuerte patada en el muslo. Cuando se ha dado cuenta de lo que había hecho, y de que yo estaba llorando, me ha pedido disculpas por su brutalidad y me ha dado un abrazo y un beso en la cabeza. Ya no sé qué pensar. Es que le quiero tanto… No puedo dejar de pensar en él. Él es mi vida, sin él me sentiría tan vacía… El domingo que viene, papá y mamá van a comer con los padres de Raúl, y Raúl me ha propuesto quedar en su casa para ver una película. No estoy segura de que hacer. Tengo miedo de que me vuelva a hacer lo mismo. ¿Qué hago? Creo que lo he decidido. El amor puede más que todo. Seguro que nuestro amor es tan grande que nos hará superar esta pequeña crisis de pareja. Querido diario, te dejo por hoy. Mañana más. ¡Ciao!
Sonia

Inés no podía asimilar lo que acababa de leer. Ahora mismo estaba orgullosa de haber cotilleado el diario de su hermana. No podía creer como había estado tan ciega hasta ahora. Pero ahora tenía que actuar rápido. Su hermana estaba a solas con Raúl. Si no se daba prisa quizás ocurriría una tragedia. Decidió coger la bici para ir, ya que la casa de Raúl no estaba lo que se dice lejos precisamente. Por el camino, cogió su móvil y llamó a su madre.
- Dime cariño, ¿Qué ocurre? - preguntó su madre.
- Mamá, esto es serio. Escúchame atentamente sin decir ni una palabra. Sonia está en peligro ahora mismo - le contó Inés intentando no ponerse nerviosa al hablar para no tartamudear.
-¿Cómo que está en peligro? ¿No está contigo? - le preguntó su madre sin entenderla.
- No. Está en casa de Raúl. Están los dos solos -le contestó Inés.
- ¿En casa de Raúl? ¡Ya verá lo que es bueno cuando llegue a casa! Pero, oye, en casa de Raúl, ¿Por qué iba a estar en peligro? - le preguntó su madre cada vez más desorientada.
- ¡Ese es el problema! ¡Escúchame, que no tenemos tiempo! He leído el diario de Sonia, y en él ponía que el morado del ojo y el del muslo se los ha hecho el miserable de Raúl. Como lo oyes mamá. ¡Raúl es un maltratador! Y Sonia es tan tonta y le quiere tanto que le da igual que le pegue. ¡Ella solo quiere estar con él! ¡Tenemos que ir a casa de Raúl antes de que le pegue la paliza del siglo! Yo voy de camino - explicó Inés de una tirada.
-¿No me estarás hablando en serio verdad? - le preguntó su madre con voz temblorosa.
- ¡Mamá! ¡No se puede bromear con cosas así! - le dijo Inés.
- ¡¡¡¡¡Mi niñaaaa!!!!!!! - gritó su madre antes de colgar. Al menos ahora sabía que su madre le había creído y que junto con su padre, vendrían a ayudar lo más rápidamente posible.
Inés pedaleaba muy fuerte, tanto, que le dolían los pies una barbaridad. Después de unos diez minutos pedaleando, llegó a la casa de Raúl. En ese momento, el coche de sus padres cruzaba la esquina. Dentro estaban sus padres y los de Raúl. Dejaron el coche mal aparcado y bajaron a toda velocidad. Su madre iba llorando de los nervios. Inés se unió al grupo y la madre de Raúl abrió la puerta de su casa. Todo lo que deseaba Inés en aquel momento es no haber llegado demasiado tarde y que su hermana estuviese bien.

2 comentarios:

  1. a ti rusky lo que te gusta es la acción que vendra en la segunda parte de este capitulo eeh jujujuju XD
    gracias x el comentario ^^

    ResponderEliminar