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sábado, 12 de febrero de 2011

Capítulo 2 : Recuerdos (Parte II)

¡¡Hola!! Aquí os dejo la segunda y última parte del capítulo numero 2. Empieza la acción...
Espero que os guste!!
Comentad expresando vuestra opinión por favor =)
Muchisimas gracias ^^
Espero que disfruteis con la lectura!
Mañana, primera parte de capitulo 3!! =D
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Sin perder ni un segundo, todos juntos entraron corriendo dentro de la casa. La puerta del salón estaba cerrada, pero como era translúcida, se podía ver que la televisión estaba encendida, aunque a muy bajo volumen de sonido. No se sentía ningún sonido fuera de lo normal. Nada de gritos ni de golpes. Inés estaba muy contenta de que su hermana estuviese bien, aún. Pero eso era lo que ella pensaba. Al abrir la puerta del salón, todos observaron una escena que les traumatizó. Raúl, el novio de Sonia, estaba sentado en el reposabrazos del sofá, mirando fijamente hacia una ventana. Estaba acurrucado, y con los brazos se cogía fuertemente las piernas. A su lado, tirada en el suelo, encima de una alfombra beige, estaba Sonia. Pero aquella alfombra ya no era totalmente beige, sino que estaba roja, bañada en un considerable charco de sangre. Sonia tenía los ojos cerrados. Su cara estaba prácticamente desfigurada. Su ropa, desgarrada. La parte de piel que llevaba al descubierto estaba llena de arañazos. El pelo estaba revuelto. Una imagen totalmente espantosa. Cada uno reaccionó como pudo. Inés se puso a gritar desesperadamente, mientras se encogía en el suelo, a la vez que se le escapaban lágrimas y más lágrimas. La madre de Inés, empezó a insultar a Raúl, y se preparó para pegarle una paliza.
- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Sucio asqueroso!!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡Maltratador de mierda!!!! ¡¡¡¡¡Te voy a reventar vivo!!!! - gritó la madre llena de rabia y sin poder controlarse.
- ¡Úrsula, Úrsula! Tranquilízate. ¡No le hagas nada al muchacho, será peor! Si le haces sangre la policía también te detendrá a ti, ¡sé razonable! - le dijo su marido a la vez que la agarraba fuertemente de la cintura para que no se escapase. La madre pataleaba bruscamente intentando desprenderse de su marido a la vez que seguía insultando a Raúl. Al escuchar a su marido se calmo un poco.
- ¡Aún tiene pulso! Llamad a una ambulancia, ¡deprisa! No hay tiempo que perder - gritó la madre de Raúl, la cual es enfermera.
El padre de Raúl fue corriendo a coger un teléfono y llamó a la ambulancia. La madre de Inés, fue a abrazar a su hija mediana, la cual seguía llorando exasperadamente. Por su parte, el padre Inés se acerco a Raúl.
- Tú, escúchame pedazo de bestia. No te mato aquí y ahora porque me meterían en la cárcel, pero quiero que sepas que mi hermano es uno de los mejores abogados de la comarca, y que se te va a caer el pelo, miserable - le informó Francisco, el padre de Sonia, intentando contener toda la rabia que tenia acumulada en su interior.
La madre de Raúl se acercó a su hijo, el cual aún no había dicho nada.
- No te entiendo. De verdad que lo intento, pero no lo entiendo. No sé qué hemos hecho mal para que te comportes así. ¿Tan mal te hemos educado? - le dijo su madre sin aún creer la bestialidad que había cometido su hijo y empezando a soltar algunas lágrimas.
- No habéis hecho nada. Vosotros no. Ha sido esa guarra. Ha visto una simple foto en la que salimos la Vane y yo dándonos un insignificante morreo y la guarra esta de Sonia me ha dicho que cortaba conmigo, pero ella no entiende que es mía, y que a mí no me puede dejar - explicó Raúl sin apartar ni un solo momento la mirada de la ventana.
- ¿Guarra? Perdóname hijo, pero aquí los únicos guarros que hay sois Vanesa y tú. Y que sepas que como madre me cuesta mucho decirte esto. No sé de dónde has sacado esa horrible mentalidad - dijo la madre horrorizada por las palabras de su hijo. La pobre no podía contener las lágrimas.
- Su pulso cada vez es más débil. Ha perdido muchísima sangre - informó la madre de Raúl, la cual había dejado a su hijo de banda, y había ido a ver como estaba Sonia.
- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Nooooooo!!!!!!! ¡¡¡¡No te puedes morir!!!! - gritó Inés mientras abrazaba a su hermana, casi ya sin vida. La camisa, el pantalón y la cara de Inés se estaban cubriendo cada vez más de la sangre de Sonia, pero ella a medida que pasaba el tiempo, la abrazaba más y más fuerte.
Francisco y Úrsula estaban abrazados llorando desconsoladamente al ver a Sonia en ese estado. El padre de Raúl no podía ni mirar a la cara su hijo. No le reconocía. No se atrevía a dirigirle la palabra. Jamás se hubiese imaginado que le tocaría vivir semejante situación. Muchas preguntas le rondaban por la cabeza en aquel momento. ¿Es esto real? ¿Es un sueño? ¿En verdad mi hijo ha hecho esto? ¿Quién le ha transmitido esa mentalidad? ¿Cómo debe actuar un padre frente una situación tan complicada como esta? ¿He de decirle algo?…
- La ambulancia no tardará en llegar. El hospital esta cerca de aquí. Y la policía también debe de estar al caer - dijo el padre de Raúl después de observar que era totalmente incapaz de resolver aquellas preguntas.
- ¡¡ ¿Policía?!! Yo no puedo ir a la cárcel. ¡¡Soy muy joven, y estoy estudiando!! - gritó Raúl muy asustado al oír a su padre.
- ¿Y eso que más da? Tienes diecinueve años. Ya tienes edad para ir a la cárcel. ¡Y ya te he dicho que me encargaré de que te caigan el mayor número de años posibles! - dijo Francisco.
- ¡Una mierda! - gritó Raúl realmente aterrorizado.
En ese momento oyeron la sirena de la ambulancia. Úrsula fue rápidamente a abrir la puerta. Venían un chico y una chica jóvenes con una camilla.
- ¡Rápido, rápido! - gritó el chico.
Dejaron la camilla en el suelo y cogieron a Sonia entre los dos, dejándola encima de la camilla. Mientras hacían todo eso, llegó la policía.
- ¡Déjenme ir con ella! - gritó Úrsula.
- ¡Yo también voy! Soy enfermera. A lo mejor puedo de ser de alguna utilidad - dijo la madre de Raúl.
- De acuerdo, vengan ustedes dos - les dijo la chica.
- Mamá, ¡yo también quiero ir! - exigió Inés llorando aún.
- No podemos ir tantos en la ambulancia. Tú quédate aquí con papá ¿vale? - le dijo su madre dándole un cariñoso beso en la frente.
Antes de que Inés pudiese decir algo, su madre se fue detrás de los dos jóvenes junto con la madre de Raúl. Lo malo fue que el chico de la ambulancia dijo un comentario en voz baja que Inés pudo escuchar y que no le gustó ni pizca. “Está en un estado muy grave. Si llega al hospital con vida tendrá mucha suerte” dijo el chico.  La chica le dio la razón.
En cuanto se llevaron a Sonia en ambulancia, entraron los policías en la casa.
- ¿Qué ha pasado aquí exactamente? - preguntó un policía.
- Ese muchacho de ahí, ha dejado medio muerta a mi hija, en resumen - dijo el padre de Inés con rabia.
- Perfecto. De momento arrestadlo. - les ordenó el policía a sus otros dos compañeros - ¿si es tan amable me podría acompañar y me explica cada detalle de lo ocurrido? - le preguntó el policía a Francisco.
- Claro. Lo que usted mande - respondió Francisco.
- ¡Soltadme inútiles! - les gritó Raúl a los otros dos policías mientras les empujaba para que no le arrestasen.
- Muchacho, insultar y pegar a un policía es considerada una falta grave. Yo de ti no me buscaría más problemas de los que ya tienes, así que para y sube al coche de policía.
Los otros dos policías decidieron usar la fuerza si es necesario para arrestar a Raúl, pero éste sacó un hacha de debajo del reposabrazos del sofá.
- Si os acercáis os decapito - les amenazó Raúl.
- Eso se arregla fácil - le dijo un policía sacando su pistola aunque sin intención de usarla.
- Eso también se arregla fácil. Si te acercas, me mato. - les dijo Raúl sonriendo maléficamente.
Los policías se miraron unos a otros sin saber cómo actuar. Optaron por dialogar, intentar convencerle de que matarse no era la solución, aunque fuese a base de mentiras.
- Oye muchacho, tranquilízate. ¿Se puede saber que conseguirías matándote? Sé razonable. No actúes sin pensar antes en las consecuencias. Si no pones resistencia y vienes con nosotros, no todo será como tú te piensas, los psicólogos te ayudarán con tu problema. Aún tienes toda una vida por delante - intentó convencerle el policía haciendo de su  futuro una historia menos cruel.
- ¿Te piensas que soy gilipollas o algo? ¿En serio crees que me voy a creer esa historia? A mí no me engañas. ¡Vete a la mierda! - gritó Raúl a la vez que cogía velozmente el hacha con las dos manos para darse en la cabeza y matarse.
Inés ya no podía soportar más aquella situación, así que se refugió en los brazos de su padre cerrando fuertemente los ojos y llorando sin cesar.
- ¡¡¡No lo hagas!!! - gritaron casi todos a la vez.
El policía que minutos antes había sacado la pistola sin intenciones de usarla, la usó. Fue un acto instantáneo. El policía le disparó expresamente a Raúl en el brazo derecho, de manera que al chico se le cayó el hacha de las manos. Otro de los policías se lanzó contra el suelo para coger el hacha antes de que lo hiciese Raúl, quien estaba estirado en el sofá gritando de dolor. El muchacho, al ver que ya no podía defenderse con nada, se sintió confuso. Tenía mucho miedo. Estaba desesperado. Finalmente, se levantó del sofá y corrió hacia la ventana. Todos los presentes allí ya sabían que es lo que se proponía Raúl. Tenía pensado tirarse por la ventana. Los policías no se atrevían a disparar por si moría desangrado. Uno de ellos corrió detrás de Raúl para evitar que se matase. Cuando Raúl ya estaba en la barandilla, un policía se decidió a dispararle en la pierna. Le disparó, le dio y Raúl gritó, cayó de rodillas al suelo, volvió a levantarse y continuó su camino hacia la ventana. Cuando Raúl sacó la mayor parte de su cuerpo por la ventana, el policía que le había perseguido le agarró del brazo izquierdo antes de que cayese. La distancia que había hasta el suelo, al ser una casa normalita, no era muy grande. Si caía quizás podía salvarse. El policía agarraba muy fuerte a Raúl para que no cayese. Los demás intentaron ayudarle, pero fue en vano, porque Raúl se sacudía para que le dejara caer, y finalmente, al morderle la mano bruscamente al policía haciéndole sangre, éste perdió la fuerza y no pudo aguantar más al muchacho. Finalmente, Raúl cayó. Rápidamente todos juntos bajaron a ayudar a Raúl. Podría ser que aún viviese. El padre del joven estaba traumatizado. En ese momento estaba en un estado de ausencia total. Era como si se hubiese transformado en un muñeco.  Por más que corrieron, fue inútil. Al caer, Raúl se había desnucado y había muerto. Ya no podían hacer nada.
El padre de Raúl no pudo contener las lágrimas. Llamaron a los forenses para que recogiesen el cadáver. Ni Inés ni nadie olvidarían ese día. Cuando se llevaron a Raúl, el padre de éste, Francisco e Inés fueron corriendo al hospital. Al verles, Úrsula fue corriendo a abrazar a su marido y a su hija.
-¡Está viva! - les informó entre lágrima y lágrima.
Inés y su padre estaban sin palabras. Inés estaba que no cabía en sí de contenta.
- Nos han dicho que está en un estado muy grave. De momento está en coma. Parece estable, pero no nos podemos fiar. Puede que en cualquier momento recaiga - les explicó Úrsula lo más sinceramente posible.
En ese momento llegó la madre de Raúl y abrazó a su marido.
- ¿Cómo ha acabado todo? ¿Cómo es que no has ido a acompañar a Raúl? ¿Se lo han llevado ya a la comisaría? - preguntó la madre impaciente.
El padre no sabía cómo contarle la dura noticia. Por la cara que puso, la madre supo que nada bueno podría haber pasado.
- ¡Cuéntame que es lo que ha ocurrido! ¡Quiero la verdad, sea lo que sea! - inquirió la madre sacudiendo a su marido.
- Está bien. Te lo contaré todo - el padre le explicó todo lo sucedido a su esposa.
- No puede ser verdad… - consiguió decir la madre llorando desconsoladamente mientras hacía un gran esfuerzo por mantenerse en pie.
Todos estaban totalmente destrozados.
Pasaron tres días antes de que el médico comunicase a la familia de Sonia que su hija ya estaba fuera de peligro. Podían descartar la idea de que Sonia muriese. Aquello supuso un gran alivio para toda la familia. Solo había un problema: Sonia llevaba en coma desde el día en el que recibió aquella paliza, y aún no había despertado.
- Mamá, dime la verdad. No tienes por qué mentirme. Ya tengo doce años. Sé sincera. ¿Se va a quedar Sonia así para siempre? - le preguntó Inés a su madre muy preocupada.
- Si te soy sincera, no lo sé. Hay infinitas cosas que podrían pasar. Puede que se despierte justo ahora. O puede que mañana. O quizás de aquí un mes. O podría ser que no despertase nunca… - dijo su madre intentando ocultar la enorme tristeza que la invadía en ese momento.
- ¿Es eso cierto? ¿Puede que no despierte nunca? - le preguntó Inés mientras unas cuantas lágrimas le caían de los ojos inconscientemente.
- Es muy difícil. Pero podría pasar. Esperemos que no. Esperemos que se despierte muy pronto - contestó su madre abrazando fuertemente a su hija.
La pobre Inés cada día después del colegio iba directa al hospital a ver a su hermana. Aunque sabía que Sonia no la podía escuchar, ella le hablaba. Le contaba lo que había hecho durante el día y le daba muchos ánimos para que se recuperase pronto. A pesar de que pasaban los días y los días y Sonia no abría los ojos, Inés nunca dejó de lado la esperanza de que su hermana se despertase. Por ese motivo, cada día que iba a verla, entraba con una amplia sonrisa en la habitación por si su hermana se despertaba. No quería que la viese triste. 
Dos semanas después, Sonia se despertó.

1 comentario:

  1. BUENO, BONITO y BARATO!! jajajaj está muy bien y lo sabes!! besos guapísima (L)

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